El presente ciclo tiene como objetivo demostrar que
los films escogidos se encuentran en
relación crítica con los múltiples imaginarios políticos, por lo cual se articulan en el contexto de los sucesos
propios de la historia del siglo XX, en especial, con aquéllos acontecimientos
que integran aspectos negativos para el devenir de la sociedad. El vínculo de estos
films distópicos con la sociedad, es la representación de ésta y sus
perversiones, extrapoladas en un futuro que no tiene buenas nuevas para la
humanidad, identificando las características negativas inherentes en la
sociedad del siglo xx, los asi llamados “nuevos mapas del infierno”.
La distopía, contra-utopías
o utopías negativas se utilizan en gran medida
durante el siglo XX, para elaborar obras ensayísticas, novelísticas o cineastas
ceñidas a una resolución especifica de un problema histórico concreto. Sin
embargo, existe una preponderancia de la producción distópica en la novela,
que, generalmente, se expresa a través de un
estilo paródico o sarcástico, en donde narra los excesos y vicios presentes en la
sociedad, estilo que es bien representado en la obra de Aldous Huxley, El mundo
feliz (1932), que un autor como
Fredric Jameson, la ha denominado
como el poema épico de la obra distópica.
“Generalmente se
entiende por distopías una obra de anticipación en la que se describe una
sociedad opresiva y cerrada sobre sí misma bajo el control de algún tipo de
estado, institución o gobierno autoritario.” En este sentido la distopías se
contrapone a la utopía: es el lugar malo.
Esta anticipación futurística
de la sociedad se enmarca dentro de un cierto clima intelectual reflejado en lo
que podríamos llamar un estancamiento
del optimismo histórico y del futurismo en positivo, junto con la
denominada “crisis de la idea de progreso”, que puede ser explicado –en un
primer momento-, por tres hechos históricos del siglo pasado. Estos tres
elementos, que sagazmente detecta Francisco Fernández Buey, son la crisis
económica del 29, el triunfo del nacional-socialismo en Alemania en 1932 y la
consolidación del estalinismo en la URSS. Este tipo de conceptualizaciones se
pueden observar en distintas tradiciones filosóficas del siglo XX, desde el marxismo (Walter Benjamin y la
Escuela de Frankfurt) hasta el posestructuralismo (por poner algunos ejemplos
conocidos).
Es en este contexto
histórico donde se enmarca la producción de obras distópicas, anticipando un
futuro catastrófico nutrido de conflictos sociales que paulatinamente empiezan
a tomar forma, hasta definirse como las problemáticas esenciales dentro de los
debates políticos del denominado “siglo corto”. Dentro de ellos podemos
observar, como un tópico central, el énfasis que se le da a los efectos
coercitivos y de control social producto del enfoque que tomo el desarrollo
científico-tecnológico (principalmente después del siglo xix). El otro elemento
que quisiera recalcar –que además se encuentra muy ligado a lo anterior- es la
aparición de los denominados totalitarismos, como un fenómeno histórico y
social propio del siglo xx, directamente ligado además al temprano desarrollo
de los mass media y la emergencia de
la llamada sociedad de masas, en palabras de Hanna Arendt “un experimento para
lograr la dominación total de la vida de los hombres” y por otro lado “un conjunto de individuos aislados y
atomizados que tiene su fuerza en el número”. Estos fenómenos son algunos de
los que alberga la distopía, y que se
conjugan para la representación de un
horizonte catastrófico para la humanidad.
Evidentemente, el breve
panorama que acabo de exponer no busca llegar a ningún tipo de conclusión
definitoria en torno a estos grandes debates teóricos del siglo pasado ( ni
mucho menos), sin embargo la intencionalidad de esta muestra es conseguir introducirnos
en una reflexión crítica que debería girar en torno a los nudos, tenciones y fisuras
existentes entre, por un lado, los procesos políticos concretos junto con
las teorías sociales que emergen en el siglo xx y, por otro lado, como estos distintos fenómenos políticos y
teóricos se articulan, formando imaginarios políticos específicos, en un
registro estético (genérico) particular: el cine de ciencia ficción de corte
distópico; género que además se encuentra signado por el supuesto efecto de
extrañación temporal que debería provocarnos este tipo de representaciones de
sociedades futuras.