martes, 28 de febrero de 2012

Aysén y los problemas nacionales.

Mario Domínguez C.

     La significativa posición que el conflicto desatado en la región de Aysén ha ido tomando en la escena contemporánea es digna de presentarse como una paradoja de la vida nacional. Sin duda ningún conflicto estuvo tan lejos y a su vez tan cerca de las preocupaciones y sentimientos de la generalidad del país. Su aislamiento -el problema del centralismo político, económico- da cuenta de algo que no es aislado; la lejanía de su padecer nos acerca, nos hace empáticos con una sensibilidad transversal y nos emplaza, lo mas paradójico es precisamente la condición de su proximidad: su confinamiento, su exclusión, un sentimiento de lontananza, nos une, una lejanía frente a una nación, ya muchas veces, remota.

     El movimiento social por la región de Aysén ha constituido un fenómeno que a fuerza y cinismo han querido olvidar los filósofos y sociólogos postmodernos, intérpretes de las -ya viejas- relaciones existentes en las sociedades del “capitalismo tardío”; representación cultural de la vida neoliberal. La cuestión Latinoamericana contiene como fuente de toda creación histórica una tensión que nos lleva de nuevo a nuestra particularidad, nos dice que toda idea con pretensiones de universalidad tiene en ultima instancia un momento concreto de realización práctica, de concreción histórica. Para la sociedad chilena ese momento se ha ido presentando. “Tu problema es mi problema” no contiene una multiplicidad de subjetividades aisladas luchando corporativamente por sus intereses, sino un sujeto múltiple que da cuenta de la transversalidad de su preocupación local.

     Aysén se enmarca en una serie de sucesos que han prefigurado un estado de conflicto latente, la manifestación pareciese un fenómeno regular, normalmente atribuido al manejo político del gobierno y a su incapacidad de dar soluciones concretas al conflicto. Lo cierto es que el gobierno tiene una responsabilidad eventual -pero no menos importante- en el asunto, la situación de conflicto que vive el país responde a cuestiones mas orgánicas, mas profundas que sin duda alguna escapan a las posibilidades y perspectivas programáticas del ejecutivo; el centralismo que la ciudadanía aisenina critica no es un problema administrativo -damos cuenta de ello cuando las autoridades locales sin reservas partidarias adhieren a la movilización- la descentralización escapa de una cuestión territorial y de acceso, el problema -político y económico- tiene que ver con la distribución de las riquezas y las decisiones que se toman para producirlas.

     El pliego de Aysén es a su vez muy variado; es una suerte de programa regional ecuánime a todas las posiciones y temáticas y se pretende avanzar en todas, como si fuese una nación dentro de otra nación. Un programa de gobierno. Se considera dentro de las perspectivas un avance paulatino, la exacerbación social y la violencia se perspectivan coyunturales a la pronunciación del ejecutivo; esta cesará en lo pronto, su fugacidad se a visto aplazada por la creencia del gobierno de que los problemas nacionales deben ser tratados como cuestiones de seguridad interna, ha administrado los conflictos sociales desde una doctrina de seguridad interior del estado que no ha dado paso a la generación de consensos, ha acostumbrado una política de trincheras.

     Todo el descrédito a las instituciones políticas de nuestro país por parte de la llamada “opinión pública” forman parte de una necesidad urgente de reformas políticas, económicas y sociales, el horizonte avizora que la solución no pasa por el camino que el país ha seguido desde los años 80', la crisis europea da cuenta de ello; lo que exige el pueblo de Aysén, los estudiantes y los que vendrán después de la presente movilización esta fuera de lo que pueda entregar la administración Piñera, la masiva aprobación de la figura de la ex presidenta Bachelet en desmedro de gran parte de su coalición política le otorga a una figura carismática no una promesa de voto, sino una exigencia programática, el cambio que la derecha durante mucho tiempo vino prometiendo y que a su pesar, sólo el brazo izquierdo de la política chilena puede comprometer.