Antonio
Gramsci
(Cuaderno
11 (XVIII) 1932-1933.)
Introducción al estudio de
la filosofía.
¿Qué es el hombre?
Esta es la pregunta
primera y principal de la filosofía. Cómo se puede responder. La
definición se puede hallar en el hombre mismo; o sea en cada
hombre
aislado. ¿Pero es justa? En cada hombre aislado se puede encontrar
qué es cada "hombre aislado". Pero a nosotros no nos
interesa lo
que es cada hombre aislado, que además significa qué
es cada hombre
aislado en cada momento aislado. Si lo pensamos bien,
vemos que planteándonos la pregunta de qué es el hombre queremos
decir: en qué puede
1 dominar su propio destino, puede "hacerse",
puede crearse una vida. Decimos pues que el hombre es un proceso y
precisamente es el proceso de sus actos. Si lo pensamos
bien, la
misma pregunta: ¿qué es el hombre? no es una pregunta abstracta, u
"objetiva". Nace de lo que hemos reflexionado sobre
nosotros mismos
y sobre los otros y queremos saber, en relación a
lo que hemos reflexionado y visto, qué somos o qué podemos llegar a
ser, si realmente y dentro
de cuáles límites somos "constmctores
de nosotros mismos", de nuestra
vida, de nuestro destino. Y
esto queremos saberlo "hoy", en las condiciones dadas hoy,
de la vida "actual" y no de cualquier vida y de cualquier
hombre. La pregunta ha nacido, recibe su contenido de especiales, o
sea
determinados modos de considerar la vida y el hombre: el más
importan te de estos modos es la "religión" y una
determinada religión, el catolicismo. En realidad, preguntándonos:
"qué es el hombre", qué importancia
tiene su voluntad y
su actividad concreta en el crearse a sí mismo y la vida
que vive,
queremos decir: "¿es el catolicismo una concepción exacta del
hombre y de la vida? Siendo católicos, o sea haciendo del
catolicismo una
norma de vida jnos equivocamos o estamos en lo
cierto?" Todos tienen
la vaga intuición de que haciendo del
catolicismo una norma de vida se
equivocan, tanto es así que nadie
se atiene al catolicismo como norma de
vida, aun declarándose
católico. Un católico integral, o sea que aplicase
en cada acto de
la vida las normas católicas, parecería un monstruo, lo
cual es,
pensándolo bien, la crítica más rigurosa del catolicismo mismo y
la más perentoria. Los católicos dirán que ninguna otra concepción
es seguida puntualmente, y tienen razón, pero esto solamente
demuestra que
no existe de hecho, históricamente, un modo de
concebir y actuar igual
para todos los hombres y nada más; no
tienen ninguna razón favorable al
catolicismo, si bien este modo de
pensar y actuar desde hace siglos está organizado para este fin, lo
que aún no ha sucedido para ninguna otra religión con los mismos
medios, con el mismo espíritu de sistema, con la
misma continuidad
y centralización. Desde el punto de vista "filosófico"
lo que no satisface en el catolicismo es el hecho de que éste, a
pesar de
todo, pone la causa del mal en el hombre individuo mismo, o
sea concibe
al hombre como individuo bien definido y limitado. Todas
las filosofías
que hasta ahora han existido puede decirse que
reproducen esta posición
del catolicismo, o sea que conciben al
hombre como individuo limitado
a su individualidad y el espíritu
como tal individualidad. Es sobre este
punto que hay que reformar el
concepto del hombre. Esto es, hay que
concebir al hombre como una
serie de relaciones activas (un proceso)
en el que si bien la
individualidad tiene la máxima importancia, no es
sin embargo el
único elemento a considerar. La humanidad que se refleja
en cada
individualidad está compuesta de diversos elementos: 1] el
individuo; 2] los otros hombres; 3] la naturaleza. Pero el 2°. y el
3er. Elementos
no son tan simples como pueden parecer. El individuo
no entra en relaciones con los otros hombres por yuxtaposición, sino
orgánicamente, o
sea en cuanto entra a formar parte de organismos
desde los más simples
hasta los más complejos. Así, el hombre no
entra en relación con la naturaleza simplemente, por el hecho de ser
él mismo naturaleza, sino activamente, por medio del trabajo y de la
técnica. Más aún. Estas relaciones no son mecánicas. Son activas
y conscientes, o sea que corresponden a
un grado mayor o menor de
inteligencia que de ellas tiene el hombre
individual. Por eso puede
decirse que cada cual se cambia a sí mismo, se
modifica, en la
medida en que cambia y modifica todo el conjunto de
relaciones de
las que él es el centro de conjunción. En este sentido el
filósofo
real es y no puede no ser distinto del político. o sea el hombre
activo que modifica el ambiente, entendiendo por ambiente el
conjunto
de relaciones de las que cada individuo I entra a formar
parte. Si la propia individualidad es el conjunto de estas
relaciones, hacerse una personalidad
significa adquirir conciencia
de tales relaciones, modificar la propia personalidad significa
modificar el conjunto de estas relaciones. Pero estas
relaciones,
como ya se dijo, no son simples. Para empezar, algunas de
ellas son
necesarias, otras voluntarias. Además, tener de ellas una conciencia
más o menos profunda (o sea conocer más o menos el modo en que
se
pueden modificar) ya las modifica. Las mismas relaciones necesarias,
en
cuanto que son conocidas en su necesidad, cambian de aspecto y de
importancia. El conocimiento es poder, en este sentido. Pero el
problema es
complejo también en otro aspecto: que no hasta conocer
el conjunto de
relaciones en cuanto existen en un momento dado como
un sistema dado,
sino que importa conocerlas genéticamente, en su
movimiento de formación, porque cada individuo no sólo es la
síntesis de las relaciones existentes sino también de la historia
de estas relaciones, o sea es el resumen
de todo el pasado. Se dirá
que lo que cada individuo puede cambiar es
bien poco, en relación
con sus fuerzas. Lo cual es verdad hasta cierto
punto. Porque el
individuo puede asociarse con todos aquellos que quieren el mismo
cambio y, si este cambio es racional, el individuo puede
multiplicarse por un número imponente de veces y obtener un cambio
mucho más radical que el que a primera vista puede parecer posible.
Sociedades en las que un individuo puede participar: son muy numerosas, más de lo que puede parecer. Es a través de estas "sociedades" que el individuo forma parte del género humano. También son múltiples los modos en los que el individuo entra en relación con la naturaleza, porque por técnica debe entenderse no sólo aquel conjunto de nociones científicas aplicadas industrialmente, como de costumbre se entiende, sino también los instrumentos "mentales", el conocimiento filosófico.
Sociedades en las que un individuo puede participar: son muy numerosas, más de lo que puede parecer. Es a través de estas "sociedades" que el individuo forma parte del género humano. También son múltiples los modos en los que el individuo entra en relación con la naturaleza, porque por técnica debe entenderse no sólo aquel conjunto de nociones científicas aplicadas industrialmente, como de costumbre se entiende, sino también los instrumentos "mentales", el conocimiento filosófico.
Que el hombre no puede concebirse sino viviendo en sociedad es un lugar común, sin embargo no se extraen todas las consecuencias necesarias incluso individuales: que una determinada sociedad humana presupone una determinada sociedad de las cosas y que la sociedad humana es posible sólo en cuanto que existe una determinada sociedad de las cosas, es también un lugar común. Es verdad que hasta ahora a estos organismos más que individuales se les ha dado un significado mecanicista y determinista (tanto la societas hominum como la societas rerum): de ahí a reacción. Hay que elaborar una doctrina en la que todas estas relaciones sean activas y estén en movimiento, estableciendo muy claramente que la sede de estas actividades es la conciencia del hombre individual que conoce, quiere, admira, crea, en cuanto que ya conoce, quiere, admira, crea, etcétera, y se concibe no aislado sino rico en posibilidades que le ofrecen los otros hombres y la sociedad de las cosas, de la que no puede no tener cierto conocimiento. (Así como todo hombre es filósofo, todo hombre es científico, etcétera.)